dissabte, 24 de setembre del 2016

30.000 anys d'antiguitat per la corda petrificada de la cueva de Ardales

La Cueva de Ardales o de Trinidad Grund fue descubierta en 1821 gracias a un terremoto que dejó libre la actual puerta de entrada, Trinidad Grund la adquirió y condicionó para su visita a mediados del siglo XIX, como complemento de su negocio termal instalado en la vecina Carratraca. Citada en el Diccionario de Madoz de 1850, en 1918 recibe una visita por dos ocasiones del Abate Breuil quien publica estudios de varias de las figuras pintadas y grabadas destacando su relevancia.
A pesar de los estudios, la cueva cae en el olvido hasta 1985 en que se protege, se estudia y se reabre al público.
Esta cueva tiene un recorrido interior superior a 1,5 Kms., del que los visitantes recorren unos 800 metros en los que podrán conocer algunas de las más de 50 figuras y otros símbolos pertenecientes al Paleolítico Superior (18.000-14.000 a. de C.), casi todos localizados en la Galería del Calvario; son figuras de animales, ciervas, caballos, cabras y un pez, grabadas en su mayoría con punzones o buriles de sílex.
Otras están pintadas en negro, rojo y ocre-amarillo. También conocerán la Gran Sala, la Galería del Arquero, la Sala del Lago, la Galería del Espolón, la Galería de los Grabados y la Sala de las Manos, donde se pueden contemplar las manos en negativo con más de 27.000 años de antigüedad. La visita se complementa con los dos depósitos funerarios incluidos en el recorrido, además de con el disfrute de las vistas de los laberintos de columnas, los lagos permanentes y las bellas formaciones de estalagmitas.
  
La cueva se redescubre con una cuerda de 30.000 años (Ángel Recio -2014)
Los investigadores de la Cueva de Ardales aún no salen de su asombro. Han pasado centenares de veces por la entrada y han analizado desde todos los puntos de vista las manos negativas paleolíticas, una silueta con 30.000 años de antigüedad que es uno de los motivos gráficos más antiguos realizado por los seres humanos y que solo se ha encontrado en 28 de los más de 360 yacimientos rupestres paleolíticos existentes en Europa. Sin embargo, el pasado mes de febrero, en una nueva revisión, encontraron en la parte alta de una estalagmita lo que parecía un trozo de cuerda de esparto trenzada y que se encontraba completamente petrificada. 

Los investigadores la catalogaron en el acto, dos técnicos del Instituto Geológico y Minero de Madrid fueron a Ardales para comprobarlo y validarlo, y se le ha aplicado la prueba del carbono 14 en la Universidad de Colonia (Alemania) para comprobar que, efectivamente, era prehistórica, siendo el resultado positivo. La cuerda encontrada tiene unos 30.000 años.

"Nuestra primera reacción fue de sorpresa. Todos hemos pasado muchas veces por esa zona para ver las manos, pero la cuerda estaba detrás. Es increíble", comenta Pedro Cantalejo, uno de los investigadores y conservador de la cueva.

No es la primera vez que se halla una cuerda de este tipo. De hecho, hace años se encontró una en la sima de la Curra en Carratraca -muy próxima a Ardales- en un enterramiento neolítico y hay más casos en España. El más llamativo es el de la Cueva de los Murciélagos, situado en Albuñol (Granada), donde además de la cordelería prehistórica se encontraron alpargatas y hasta pequeñas mochilas de esparto. Lo singular del descubrimiento en Ardales es que es la primera vez que se ve una cuerda cuyo único fin, a priori, era subir y bajar de una estalagmita para ir a pintar o para contemplar las pinturas realizadas con anterioridad. La cuerda está atada en la parte alta de una estalagmita muy ancha a unos cuatro metros de altura y tiene varias ramificaciones, estando el anclaje en una pequeña.

Una vez solucionado el problema para subir o bajar de la estalagmita, había que tener la suficiente luz para poder realizar las pinturas y ése ha sido otro de los campos que se han investigado. Junto a la cuerda, los expertos han encontrado cuatro lámparas sobre estalagmitas fracturadas y en el resto de la cueva se han descubierto otra decena de lámparas fijas, así como otras portátiles abandonadas tras su uso. Para generar fuego y luz, los prehistóricos utilizaban distintos materiales. Los arqueólogos han visto que en esas lámparas se conservan restos de combustibles orgánicos como grasa del tuétano de los huesos o cera virgen de abeja.

Descubrir esa cuerda y las lámparas ha sido un hito significativo para los historiadores, pero no ha sido el único. Hasta ahora, los expertos pensaban que la Cueva de Ardales tenía unos 30.000 años de antigüedad. Sin embargo, los últimos estudios realizados demuestran que se habían quedado cortos porque ya había sido utilizada por los neardentales como refugio hace 50.000 años. 
Se han hallado e investigado sedimentos arqueológicos con pólenes, carbones, huesos de personas y animales, herramientas fabricadas en sílex, pigmentos, arte rupestre y los mencionados elementos de iluminación. Además, se ha realizado una topografía científica del exterior e interior de la cueva, incluyendo el uso de georradar y sondeos geoarqueológicos, que han permitido comprobar que la boca de entrada a la cueva era más grande de lo que se pensaba y permitía el paso de la luz hasta la conocida como Sala de las Estrellas, "algo que aprovecharon neardentales y sapiens sapiens para refugiarse de la multitud de animales peligrosos que existían en el entorno", destacan los investigadores. Se han hallado huesos de animales que indican que nuestros antepasados comían cabras montesas, ciervos, caballos, conejos, aves o tortugas. También se han visto huesos de un lince ibérico pues, como pueden imaginar, los prehistóricos no se preocupaban por las especies protegidas hace 50.000 años. "Siempre habíamos pensado que la Cueva de Ardales era un gran museo de la Prehistoria de hace 30.000 años pero ahora cambia toda la perspectiva", narra Cantalejo de forma entusiasta.

Por otra parte, los investigadores han encontrado una zona dedicada al procesado de pigmentos, bajo un afloramiento de óxido de hierro entre dos estratos calizos. En ese taller, los artistas raspaban el óxido natural, pulverizándolo en un mortero y tostándolo. Con este procedimiento, obtenían un pigmento rojo indeleble que se mezclaba con agua para aplicarlo con pinceles o, simplemente, se manchaban los dedos y dibujaban con ellos en las paredes húmedas de la cueva.
Los estudios arqueológicos suelen ser prolongados en el tiempo y siempre se hallan cosas nuevas, por lo que se puede estar décadas en un mismo yacimiento. La última investigación se inició en 2011 y finalizó el mes de abril de 2014. Los resultados de estas indagaciones acaban de ser publicados en un libro y las conclusiones han sido remitidas a la Consejería de Educación, Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía. 





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